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El ataque de la patronal pública y/o privada no solo no se aplaca sino que se recrudece con un empeoramiento de las condiciones laborales -acordaos del inolvidable “trabajar más y cobrar menos”- apretando todavía más las clavijas a los trabajadores y amenazando continuamente con el despido fulminante a coste real cero. La crisis de sobreproducción relativa, esa que se cacarea que ha sido felizmente superada, se sigue descargando con toda su crudeza sobre la masa de los trabajadores.

El anuncio de convocatoria de oposiciones a la enseñanza pública es una muestra modélica y ejemplar de todo esto. No contentos con haber generalizado, desde hace décadas, la precariedad más absoluta entre los trabajadores interinos, ya ni siquiera respetan el “descanso” de un año entre convocatorias que permitía un mínimo respiro en la desquiciante y aberrante tarea de eso que se denomina “opositar”, y en acto de brutal sadismo laboral obligan a los miles de interinos a marchar a una guerra de exterminio feroz de todos contra todos, a degollarse en una monstruosa matanza laboral, que eso y no otra cosa es el descarnado proceso de selección de personal denominado concurso–oposición, que desemboca irremediablemente en el despido masivo de la inmensa mayoría de los interinos, a coste nulo para el patrón-Estado.

Las intenciones del patrón-Estado están bien claras y, por supuesto, no tienen nada que ver con la cacareada “calidad de la enseñanza” (concepto del que se carcajean a mandíbula batiente), sino con otros más prosaicos: reducir drásticamente los costes sociales del trabajo hundiendo la enseñanza de los hijos de los trabajadores, lo mismo que han hecho desguazando la sanidad, sembrando el pánico entre los trabajadores. El despido masivo y precariedad que implican las oposiciones impide obtener una mínima antigüedad tanto en los salarios (trienios y sexenios), como en la memoria de las antiguas y mejores condiciones laborales. Por otra parte, se siembra de la forma más cruel y perversa la patética ilusión entre los jóvenes y todos los que están fuera del sistema que ellos pueden meter la cabeza y “triunfar” en esta cacería, lo que encaja a la perfección en estos tiempos donde tantos politicastros andan vendiendo la “ilusión” de un capitalismo bueno y bondadoso, de rostro humano, que el sistema es bueno y todo es cuestión de poder y de “podemos” y de echar a las castas. Pero por encima de todo las oposiciones sirven para imponer un régimen de terror entre los trabajadores -de momento entre los eventuales e interinos- que les convierta en dóciles y sumisos practicantes de la obediencia ciega ante las medidas del patrón-Estado y sus representantes en cada centro, ahogando cualquier espíritu crítico y de protesta, y que su tiempo y energía se consuman a tiempo completo en esta tarea degradante y embrutecedora de engullir unos temarios que son la antítesis de cualquier conocimiento y educación, evitando así que piensen, se relacionen y organicen con los demás trabajadores una salida de esta cíénaga pestilente. Se impone el “sálvese quien pueda” y se convierte al compañero en el enemigo a batir. Se trata de auténtico terrorismo patronal, que impone la más implacable disciplina laboral por el miedo. Terror que se mezcla con la caradura y la desvergüenza más absoluta, cuando en la Comunidad de Madrid, convocan el mismo número de plazas para casi todas las materias, el sagrado número 7, con el que estos “piadosos” gestores de la cosa pública imitan al todopoderoso creando el mundo en 6 días y despidiendo al séptimo.

 

Si hemos llegado a esta situación no es por fatalidad o por la perversa maldad de los individuos, gobiernos o partidos que gestionan puntualmente el sistema. Sin negar la degeneración y ruindad de personajillos despreciables como las consejeras Figar o Rigau, tenemos que tener en cuenta que estos no son más que los dóciles chicos de los recados del sistema capitalista, que los coloca como perros de presa para que preserven su ganancia e interés de clase. Están obligados a hacer lo que hacen, más allá del entusiasmo que demuestren en sus brutales tareas. El problema de la masa de los trabajadores es la falta de una organización auténticamente de clase. Las mal llamadas organizaciones sindicales, grandes o pequeñas –CCOO,UGT,CGT,STEM, etc- son la antítesis de lo que debe ser un sindicato, son solo un aparato de control y vigilancia, generosamente financiado por la patronal y su Estado (y el que paga manda, lo que nos lleva a preguntar, si los muchachos de COMFIA-CCOO han afanado 14 millones de euros por despedir a 45.000 trabajadores de banca, ¿cuánto se habrán llevado los sindicaleros educativos por destruir 80.000 puestos de trabajo en todo el Estado?); un aparato que sirve para confundir, desgastar a los trabajadores, cansarles y quemarles en acciones que solo son sangrantes caricaturas de cualquier lucha laboral. Organizan la desorganización más absoluta entre los trabajadores con el resultado final de instalar la apatía y el desánimo. En la enseñanza hemos vivido una auténtica exhibición de estos métodos a través de las célebres “mareas mareantes” de todos los colorines, con las que, una vez que las siglas oficiales de UGT-CCOO-CGT-STEM-etc. se vieron desbordadas, sus aparatos asumieron de nuevo el papel de dique de contención del enfado y malestar de los trabajadores de la enseñanza. Con una sobredosis de democracia tan químicamente pura como rotundamente inoperante, con eslóganes pomposos y vacíos que ocultaban la inexistencia de la más mínima plataforma reivindicativa, ahogaron la lucha de los trabajadores de la enseñanza y los llevaron a una derrota total y aplastante, a un retroceso de años y son la base de la actual ofensiva del patrón–Estado que campa a sus anchas. Ante la atrocidad que supone la convocatoria de oposiciones se han limitado a tímidas quejas y lamentos, lo cual es coherente con la hoja de servicios de unas organizaciones que siempre han defendido el perverso sistema de oposiciones y su única petición era la de “sacar muchas plazas”; los mismos que nos han movido un dedo ante el despido de 65000 trabajadores en la enseñanza en los últimos años para todo el estado.Este es el sindicalismo que en el año 2011 marginaba descaradamente a los interinos convocándolos a asambleas cuasiclandestinas, separados del resto de los trabajadores. En esta tarea se ven auxiliados por las fieles correas de trasmisión que son los equipos directivos en cada centro, la mayoría de ellos militantes de estas organizaciones, y que disfrazados de compañeros, imponen la más férrea disciplina laboral en los centros educativos; tarea generosamente que es recompensada con suculentos pluses por alumno matriculado.

Los trabajadores de la enseñanza, como todos los trabajadores de cualquier sector y condición necesitamos la organización, el sindicato que no es un aparato de cargos, liberados y gerifaltes, sino la masa organizada de los trabajadores y por los trabajadores. Debemos superar las divisiones de rango y categoría que nos desunen y debilitan, recuperando la memoria histórica de las luchas de nuestra clase. En el horizonte inmediato planea la imposición a los trabajadores, fijos o no, de unas condiciones laborales, de salarios, horarios, ratios de alumnos y ritmos de trabajo que conviertan a los centros de enseñanza en rentables y golosos para el capital privado. La coalición patronal de sindicaleros y politiqueros de la falsa izquierda llevan tiempo allanando este terreno amparándose precisamente bajo la frase vacía de “defensa de lo público”: compañeros, recordad que en la reconversión industrial esta fue la estrategia de estos mismos perros que llevaron a millones de trabajadores de empresas públicas a aceptar despidos, aumentos de los ritmos de trabajo y rebajas salariales, es decir, a aceptar las condiciones para hacer rentables las empresas públicas para los capitales privados... ¡con el falso objetivo de que las empresas siguieran siendo públicas!. Paraevitar esta posibilidad la única alternativa es la lucha feroz e intransigente, la defensa no de las actuales condiciones de trabajo -deplorables- sino de otras mucho mejores, para todos los trabajadores: fijos o no, públicos o privados. Tenemos que convertir a los centros en auténticos avisperos, para que huyan todos los carroñeros que actualmente planean para no dejarnos ni nuestros maltratados huesos, entrando en contacto con los trabajadores de otros centros, públicos o no, y extendiendo la lucha. Y esa lucha la deben soportar y dirigir los compañeros fijos, los únicos que tienen la continuidad en los centros, siendo solidarios con los interinos y con los otros trabajadores (impidiendo, para empezar, que las tareas más ingratas sean descargadas en ellos y defiéndolos solidariamente de los intentos de sometimiento y aterrorizamiento a que son sometidos frecuentemente por Jefes de Estudios, Secretarios y Directores). Si no sois capaces de romper el cerco de desorganización e impotencia individualista con que la patronal y sus secuaces os rodean, los trabajadores fijos seguiréis el mismo camino del despido y el exterminio laboral.

Ante un ataque como el actual, los trabajadores sentimos acuciantemente la necesidad de una organización colectiva de lucha que dé una respuesta contundente e inmediata, pero el sindicato de clase, que aglutina la memoria histórica de las luchas y trata de enlazarlas solidaria y unitariamente unas a otras, una organización tal no, es fruto de la improvisación momentánea. Por ello, os invitamos a romper con la ilusión oportunista de que un aparato de especialistas bajará del cielo a resolver cómodamente los problemas de los trabajadores, a romper con los planteamientos corporativistas que os llevan a competir centro contra centro, a salir del cerco de la impotencia individualista y a ayudarnos a organizar el sindicato de clase, la herramienta para la futura luchapor reivindicaciones como estas:

 

  • Todos los eventuales e interinos a fijos ya, todos los trabajadores eventuales a fijos de la empresa principal (fuera ETTs y subcontratas)

  • Máximo de 15 alumnos por aula y un máximo de 18h lectivas por profesor.

  • Reducción de jornada a 30h para todos los trabajadores sin reducción de salarios.

  • Jubilación voluntaria a los 55 años con el 100% del salario para todos los trabajadores asalariados.

  • Puesto de trabajo o subsidio indefinido de 1500€ al mes.

     

     

     

 

 

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