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En el año 2011, el servicio de deportes fue privatizado por la UAM, con la inestimable colaboración del sindicalismo subvencionado (UGT, CCOO), que actúa fundido y confundido en los distintos organismos de Gerencia y Dirección que conforman el verdadero Consejo de Administración de la empresa-UAM. Con anterioridad, la Universidad mantenía a la plantilla de este servicio dividida en una multitud de situaciones diferentes, muchas de ellas de total precariedad, desde trabajadores que llevaban décadas sin ningún tipo de contrato, hasta aquellos a los que se obligaba a hacerse autónomos para seguir trabajando. En aquel entonces, la Universidad no tuvo la menor vergüenza en argumentar que cualquier situación un poco más regular, como la que se diera como resultado de la privatización, sería mejor que el constante atropello de los más mínimos derechos laborales que la propia UAM cometía. Por supuesto, de asumir a los trabajadores en la propia Universidad, respetando mínimamente sus derechos como profesores, no quiso ni oír hablar. Ahora bien, ¿cuáles han sido los resultados de esta nueva situación, la privatización, que se vendió como más beneficiosa? Los trabajadores del servicio han sufrido dos recortes del 25% en sus salarios mientras que los precios cuatrimestrales de las clases se han incrementado un 500%; mientras las actividades se masifican, a los trabajadores se les persigue y atemoriza con el despido si no firman “voluntariamente” reducciones horarias con las consiguientes reducciones salariales, y a quienes se resisten a firmar la renuncia a su salario se les somete a acoso, a continuas sanciones e incluso se les despide; no se pagan las nóminas correctamente ni se respetan las sentencias judiciales que obligan a la empresa y a la Universidad a respetar antigüedad y tipos de contrato; y un largo etcétera.

Desde luego la Universidad, como empresa principal que subcontrata un servicio, es la auténtica responsable de esta situación de constante abuso (y empeorando), que es la misma que llevan sufriendo durante años todos los trabajadores de limpieza, mantenimiento... Pero es poco afirmar esto, puesto que es la propia Universidad la que garantiza legalmente a estos pistoleros de las subcontratas del servicio de deportes más de medio millón de euros anuales si el servicio no llega a un mínimo de facturación. La empresa-Universidad pone las instalaciones, pone el presupuesto, pone los clientes y asegura, además, medio millón de euros al año. Esto pone el foco en cómo se hace y quién paga por este negocio sin riesgos de privatizar la gestión de los servicios públicos: cuanto más se reduzca la parte del presupuesto público dedicada a los salarios (reduciéndolos, despidiendo), mayor será la parte que se llevará la empresa como ganancia. Todo ello es una muestra de que, en el capitalismo, el Estado y sus instituciones (la Universidad estatal en este caso) están al servicio del capital, y no al revés. Ejemplos notorios de lo mismo son los pactos por la productividad en la salud pública por los que sus médicos cobran pluses por no dar bajas a los trabajadores, o el pago por parte del Estado de los más de 100.000 millones de euros de “saneamiento” de la banca y de las Cajas de Ahorros, que nos hacen pagar a toda la clase obrera. La defensa de la excelencia y la calidad en lo público, en la boca de todos estos gestores, sindicaleros y politiqueros de turno, solo significa hacernos pagar sus pérdidas... o privatizar las ganancias, según sea el caso. Esta misma lógica capitalista de que los trabajadores deben sacrificarlo todo ante la sagrada ganancia empresarial es la que orienta también la reforma 3+2 en los grados universitarios, con que se asegura que solo quienes puedan pagar (endeudándose si es necesario) posean una titulación moderadamente aceptable para un mercado laboral saturado de ellas. Defender lo público, desde la perspectiva de los trabajadores, significa ante todo la lucha por la defensa a ultranza e intransigente de las condiciones laborales y su mejora, fuera del ambiente de chalaneo y carrerismo profesional del sindicalismo subvencionado y del cretinismo parlamentario.

El grupo de trabajadores que decidimos plantar cara y organizarnos en Sección Sindical de SUT del Servicio de Deportes conseguimos sentencias que obligaban a las subcontratas y a la Autónoma a respetar algunos de nuestros derechos (pasando a ser fijos discontinuos, en lugar de tener contratos por obra y servicio, después de años trabajando en y para la empresa-Universidad). Sin embargo, somos conscientes de la insuficiencia de estas aparentes victorias legales, puesto que solo la lucha logrará que las subcontratas y la empresa-UAM se vean obligadas a cumplir las sentencias. También somos conscientes de que trabajamos para la UAM y que es la empresa-Universidad la que debe asumir nuestros contratos, así como los de todos los trabajadores subcontratados en la Universidad. Por ello, el día jueves 5 de marzo de 2015 realizamos la primera de una serie de concentraciones este año ante el Rectorado de la Universidad, para exigir que la empresa-UAM respete y haga respetar a sus pistoleros nuestras condiciones laborales, y para ir preparando la futura lucha por estas reivindicaciones:

¡¡Paremos la rebaja de las condiciones laborales en la Universidad y en todas partes: todas las subcontratas fuera!!
¡¡Trabajadores subcontrados de deportes, limpieza, mantenimiento, etc. a fijos de la empresa principal, la UAM, con todos los derechos!!
¡¡Fuera el 3+2 contra los estudiantes!!
¡¡Organicemos el sindicato de clase, sin liberados ni subvenciones del Estado y el patrón!!

Marzo de 2015.


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