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Al igual que hace unos meses con el caso del instituto de Barcelona, ahora con la tragedia de la chica de 16 años que se ha suicidado, los medios burgueses se empeñan en hurgar morbosamente en supuestos rasgos individuales “del caso”, se lanzan a la caza del chivo expiatorio más conveniente y concluyen pidiendo, como de paso, el endurecimiento de todo tipo de medidas disciplinarias. Por inconcebibles y dolorosas que nos parezcan estas situaciones, estas se dan porque los niños y jóvenes son naturalmente permeables al ambiente general de constante agobio, sofocante estrechez, completa inseguridad y aplastante falta de alternativas en que los trabajadores vivimos día a día, en nuestras casas, en nuestros barrios y, por supuesto, en nuestros coles. Los jóvenes y niños son especialmente sensibles a la contradicción insoportable entre el agobio y la falta de expectativa de mejora en nuestras reales condiciones laborales y vitales, por un lado, y la hinchazón interesadamente inducida de las más estériles fantasías individualistas, por otro.

En lugar de preguntar por qué no hay medios suficientes en los institutos a los que acuden los hijos de los trabajadores, los voceros de la burguesía (cuyos hijos van a coles bien distintos), se rasgan las vestiduras con el acoso escolar y nos preguntan qué pasa con esta juventud, qué pasa con la educación y los colegios. En los colegios e institutos a los que acuden los hijos de la clase trabajadora, precisamos nosotros, pasa exactamente lo mismo que, por ejemplo, en los hospitales a los que van los trabajadores. En los últimos puedes morir esperando que te operen o que se decidan a darte un medicamento que no puedes pagar. En los primeros, la desaparición de 80.000 puestos de trabajo, de becas de comedor y de programas de apoyo, significa que es imposible una convivencia mínimamente sana en cuchitriles feos, viejos y sucios donde hacinan a miles de niños que precisarían de un ambiente menos sofocante, más relajado, a cargo de más adultos (y estos últimos agobiados de sobretrabajo), como mínima ayuda y contrapartida del ambiente social en que ellos y sus familias están obligados a desenvolverse. ¿Por qué no hay medios suficientes en los colegios e institutos a los que acuden los hijos de la clase trabajadora? Porque en el capitalismo, y sin oposición clasista organizada, los trabajadores, y también sus hijos, tienen que hacer todo tipo de sacrificios para asegurar la ganancia de las empresas.

En el caso del I.E.S. Ciudad de Jaén, la masificación agobiante que sufre, al pasar de menos de 800 a cerca de 1.200 alumnos fue perpetrada por el actual Jefe de Área Territorial, Francisco Cilleruelo Vallejo, durante su obsceno paso como Director del instituto, cargo con que fue premiado por el repugnante y criminal ahorro que supuso para la Consejería. Esta situación se reproduce en miles de institutos, cuyo situación está, desgraciadamente, madura para este tipo de tragedias.

Décadas de sindicalismo subvencionado y de falsas izquierdas han anestesiado y desorganizado a la clase trabajadora al punto de que una tragedia como la que hoy vivimos no tiene como respuesta la organización y preparación de una huelga indefinida y sin servicios mínimos, como poco en el centro, hasta conseguir los medios mínimos indispensables (o incluso haberla organizado mucho antes). Los trabajadores en los colegios e institutos (docentes o no) no debéis dejaros arrastrar a la pasividad e impotencia individualista, a las luchas corporativas y de cretinismo parlamentario (quítate tú que me ponga yo) o al vacío burocraticismo legalitario que predica y practica  el sindicalismo subvencionado (CC OO, UGT, CSIF, ANPE…), que ahoga toda posibilidad de lucha real y que ni puede ni quiere acabar con este orden de cosas. Solo la huelga indefinida, organizada con y por los propios trabajadores (y no decretada a toque de silbato por un aparato de liberados) es la herramienta que puede servir para conseguir  los medios para poder ofrecer a vuestros alumnos la atención que precisan: la devolución de las becas de comedor, el retorno de los programas de ayuda y la reducción generalizada de la ratio para empezar, de modo que sea posible empezar a crear un clima de convivencia en los centros que no sea un burdo eufemismo de disciplina cuartelaria, en la que quedaréis convertidos en simples guardias jurados. Practicando una solidaridad a ultranza en vuestro puesto de trabajo con los problemas de las familias de la clase trabajadora, impulsad una organización que convierta los centros escolares en avisperos de la reivindicaciones obreras que aúnen los intereses de todos, como la drástica e irrenunciable reducción de las ratios.

No es un camino fácil, pero las vías fáciles de todos los oportunistas son las que nos han arrastrado hasta la situación presente, lo que deja en evidencia su responsabilidad también en esta tragedia al haber desviado y quemado las energías de la única opción realista de mejora posible: la organización y la lucha. Si hoy todavía la situación no está madura para ello, es vuestra responsabilidad, también como docentes, ir preparando sus condiciones para un futuro próximo.

 

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