Los pueblos están divididos en clases, clases que se establecen por intereses materiales antagónicos en torno a las relaciones de producción y distribución. En un capitalismo que hace mucho tiempo entró en su fase final –y más putrefacta-, la fase imperialista, la relación entre la clase obrera y la burguesía en sus diferentes estratos no puede ser armónica sino de colisión y enfrentamiento continuo; en definitiva de lucha de clases implacable y sin cuartel. La apelación al “pueblo”, una alianza interclasista que tuvo su sentido en tiempos de lucha contra el feudalismo, no es sino el continuo engaño perpetrado por los estratos de la pequeña burguesía sobre la clase trabajadora, a la que se utiliza como masa de maniobra electoral o carne de cañón en las guerras imperialistas
A estos estratos no les interesa ni les preocupa la situación de la clase obrera, y menos en estos tiempos de permanente y agotadora práctica del cretinismo parlamentario y el folklore electoral: paro, despidos masivos, condiciones de trabajo cada vez más atroces, con salarios de hambre que condenan a la miseria (definida por los cerebros de la burguesía biempensante como exclusión o pobreza social) a una masa cada vez mayor de los trabajadores, jornadas de trabajo agotadoras, contratos de trabajo a media y tercio de jornada, pero que se estiran horas y horas a capricho y placer del todopoderoso patrón, amparado por el aparato del estado capitalista-burgués... Se anuncian nuevas oleadas de despidos incluso en las grandes empresas (bancos, telecos...), donde hasta ahora ha sobrevivido una aristocracia obrera que se va viendo abocada a la extinción. Las grandes multinacionales del estado español ven cómo se reducen sus beneficios por la crisis de América Latina, y obstaculizados sus negocios por las trabas que les imponen las burguesías europeas y de otros países. Era de esperar: los caníbales del capitalismo español han avasallado, arramplado con muy malas artes los negocios de los demás caníbales en sus cotos de caza y patios traseros, y los otros forajidos de la burguesía internacional se la tenían jurada desde hace tiempo y ha llegado el momento de pasarlos la factura.
Esta situación obliga a despidos masivos en todos los sectores y también en las grandes empresas y en las instituciones estatales. En concreto, golpea definitivamente a las aristocracias obreras abocadas a una irremediable proletarización. Como están condenados a la proletarización los trabajadores de sectores públicos-estatales, como la sanidad, enseñanza, etc. Al igual que ha llegado el turno de golpear duramente a la masa de pensionistas cuyas pensiones (raquíticas en su mayor parte) no pueden pagarse con los salarios miserables de los trabajadores en activo, y con un sistema de bonificaciones que excluye a las empresas y a los autónomos de aportar nada de nada. Desde el momento en que los acreedores (FMI, BCE, UE) exigen el pago de las deudas contraídas por el Estado para tapar los agujeros de la banca, cajas de ahorro y grandes empresas, el gobierno que venga, mono o multicolor, con guapos o feos abordo, está obligado a ponerse de rodillas y a servir al auténtico amo, que es el capital. El Estado burgués no es más que el consejo de administración de los negocios e intereses comunes de los capitalistas. El Estado está al servicio del capital y no al revés, por más que estos partidos y sindicatos de la pequeña burguesía agiten el espantajo risible de la voluntad popular y la democracia siempre prostituida y siempre pura. Y para demostrarlo ahí tenemos a los zascandiles de Szyriza y sus maniobras de sofisticado engaño de trabajadores y pensionistas griegos.
En este panorama, y como permanente cortina de humo y maniobra desorganizadora de los trabajadores, nos encontramos metidos de lleno ante el inacabable despliegue del electoralismo que inocula en las mentes de los trabajadores las ilusiones del parlamentarismo cretino y la fe ciega en el poder curativo total de la democracia burguesa, en unas cotas difícilmente superables de embrutecimiento, impotencia y desorganización.
A la cabeza de estas maniobras de engaño tenemos al flamante y – de momento – felicísimo matrimonio formado por Unidos–Podemos y los seductores y radiantes cabecillas Iglesias, Garzón, Errejón y compañía, aplicados alumnos del insigne profesor Jorge Verstringe, exsecretario general de la Alianza Popular de Manuel Fraga, y auténtico cerebro de la banda. Todos ellos son hijos putativos del memorable 15-M, aquel movimiento que por origen esencia y punto de llegada no era otra cosa que la nada y una gigantesca maniobra de engaño y entretenimiento de la clase obrera en momentos críticos. A estos especímenes de la pequeña burguesía más arrastrada los presentan como... ¡comunistas! (serán “comunistas” a la manera de Verstringe), cuando no son sino los epígonos más desvergonzados del estalinismo y el reformismo de toda la vida que ha llevado al proletariado al exterminio de las guerras en la sagrada defensa de la patria y la democracia, de las que se presentan como los auténticos y genuinos salvadores (lo que es rigurosamente cierto), todo ello como último recurso en la defensa del orden capitalista-burgués.
Para desenmascarar a esta banda de politicastros, basta con repasar sus antecedentes, escarbando en una memoria histórica que vaya más allá de las tibias y la calavera. Estas organizaciones y sus dirigentes son los descendientes de los que llevaron a la derrota y al matadero del millón de muertos de la guerra civil española, con su línea de defensa de la democracia republicana burguesa y la independencia nacional, encargándose del exterminio de la vanguardia obrera, como hicieron en mayo de 1937 en Barcelona y en otros muchos lugares. Recientemente, a partir de 1977, en los orígenes del sistema político actual, los estalinistas del PCE, antepasados directos de todos estos personajes, pilotaron, de acuerdo con los franquistas, todos los cambios políticos democráticos garantizando un férreo control sobre la masa de los trabajadores, utilizando todo el repertorio de su escuela, desde el engaño hasta el más puro matonismo, pasando por el esquirolaje de dejar tirados a muchos trabajadores en huelga en una situación material pavorosa. Un PCE que comandó los Pactos de la Moncloa, atraco implacable contra los trabajadores, obligados a resignarse al descuartizamientos por la santa democracia, y de cuyas Juventudes procede el inefable Pablo Iglesias, en el cargo de secretario general, como por allí andaba Verstringe, entonces alto cargo general de AP. En esto consistió el abrazo entre franquistas y antifranquistas. Esta es la jugada que casi cuarenta años después proponen bien envuelta en su deslenguada palabrería: una reedición de los Pactos de la Moncloa que imponga los sacrificios que el capitalismo español exija sobre la masa de los trabajadores, por una España grande y libre para el capital. La enésima versión del “Todo por la Patria”, que se enseñorea por los cuarteles.
Ante este despliegue de cretinismo parlamentario de la peor especie, los trabajadores no podemos resignarnos a ser acarreados como ganado electoral por estas organizaciones y sus dirigentes, consumados expertos en la explotación capitalista tanto en sus empresas como en la gestión del estado capitalista burgués, del que han demostrado sobradamente a lo largo de la Historia que son sus más adnegados servidores. No podemos caer una vez más en la ilusión parlamentaria que todo lo arregla con el voto. Debemos tirar al basurero de la Historia toda la palabrería tramposa en torno al “Pueblo” que nos obliga al abrazo con nuestros enemigos de clase, la burguesía de la que solo podemos esperar explotación y matanza. Debemos organizarnos en una auténtica alternativa clasista, al margen del vulgar cretinismo parlamentario que sirva a nuestros intereses de clase y olvidarnos de ser la carne de cañón de la pequeña burguesía, tanto en sus aventuras electorales para escalar a la gestión del estado como para las guerras imperialistas. Una alternativa proletaria que plantee de forma inmediata la defensa a ultranza de nuestra clase y sea la base de una revolución social que destruya el caduco y putrefacto modo de producción capitalista y sus leales criaturas de la Democracia y el Parlamento donde no se nos ha perdido nada.
Frente a tanto oportunismo y desfachatez desde SUT proponemos:
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Reduccion de jornada a 30h para todos los trabajadores sin reduccion de salarios.
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Jubilacion voluntaria a los 55 años con el 100% del salario.
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Puesto de trabajo o subsidio indefinido de 1500€/mes.
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Todas las subcontratas fuera: todos los trabajadores a fijos de la empresa principal. Fuera las subcontratas y las ETTs.
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Todos los eventuales e in
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terinos a fijos de plantilla.
Junio de 2016