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Como es conocido, después de varios meses en los que la decisión de cierre parecía estar encima de la mesa, finalmente la dirección de la empresa ha confirmado a las administraciones y los medios su intención de proceder paulatinamente al cierre de todas las plantas de Nissan en el estado español.

La crisis de sobreproducción relativa de capitales (y primero de mercancías) se nota de un modo cada vez más acuciante en numerosos sectores, y el del automóvil no es una excepción. La situación creada o generada con el covid-19 no es la causa de la crisis sino la excusa. La verdadera causa no es otra, como decimos, que la sobreproducción relativa, que la actual situación en todo caso no ha hecho más que poner de relieve.

Para entender la situación que la plantilla de Nissan vive ahora mismo debemos analizar la línea sindical que las organizaciones a la cabeza de la misma han llevado a cabo desde hace muchos años. Empezando por el final, los últimos años en Nissan se han visto sembrados de EREs y “planes de prejubilación” que se venían acordando con la representación, incluyendo o pactando paralelamente el mantenimiento de ciertas condiciones para una parte de la plantilla a cambio de la introducción paulatina de cláusulas de doble escala salarial, ya fuera con los propios trabajadores de empresa, subcontratas o ETT’s. Esto es solo un ejemplo de la política subcorporativista de empresa o incluso de fábrica que se ha vivido y que por desgracia tenemos que vivir en numerosas empresas. De ello es un ejemplo patente la conformación de organizaciones de empresa (SIGEN - USOC es el "sindicato" mayoritario en Nissan, Sindicato Independiente del Grupo de Empresas Nissan, aunque la línea en cuestión es también practicada por las demás organizaciones presentes en la empresa: CCOO, UGT, CGT) y de sector.

Una vez la empresa decide, como es el caso, cerrar el centro, no es posible oponerse a ello si no se tiene el apoyo de otros centros que la empresa no quiera cerrar (en este caso en el extranjero). Para lograr este apoyo se tiene que haber cultivado previamente y haber buscado unificar las varias necesidades de los varios centros en una lucha conjunta. Y esto en Nissan, como en muchas otras empresas, por la labor de las organizaciones "sindicales" que están a la cabeza de lo que ocurre ahora, como decimos, no se ha hecho, sino que se ha practicado todo lo contrario.

Existen otros medios para intentar oponerse al cierre o lograr mejores condiciones ante el mismo, como el bloqueo de la posibilidad de que trasladen la maquinaria o la producción almacenada, etc., pero esto también tiene una fuerza limitada si los demás centros empujan en la otra dirección, como hemos podido también vivir en otras ocasiones.

Al no haber y no haberse cultivado esta unión por encima de los centros que la empresa quiere cerrar, y como resultado de la política sindical llevada a cabo por dichas organizaciones, el único aliado contra el cierre al que las mismas son capaces de acudir es a las administraciones, que no quieren que el centro cierre para mantener los impuestos que Nissan paga aquí y para evitar cargar con los costos sociales de los despedidos. Pero las administraciones solo van a presionar si los números en este sentido les salen (es decir, si los costes sociales son mayores que las “ayudas” que tengan que dar para que la empresa no cierre), y en todo caso se deben también a sus alianzas a nivel internacional (por ejemplo, en este caso, con el estado francés), que no van a poner en cuestión para defender a la plantilla de la empresa. Además, este tipo de "alianzas" derivan a la práctica en una utilización parlamentaria del movimiento obrero que no puede ser otra cosa que la antesala del abandono de la lucha, como hemos presenciado en varios casos recientes (Panrico, Telefónica, etc.).

En todo caso, la credibilidad de lo que puedan decir las administraciones nos la da el propio presidente del gobierno, que aseguraba la continuidad de los centros de Nissan solo cuatro meses antes… En cuanto a las llamadas a la nacionalización que se hacen desde varias tendencias del oportunismo parlamentario y sindical, debemos decir que la nacionalización en un momento de crisis (que es cuando se suele dar) no es más que el sinónimo de la asunción por parte del estado de las deudas de las empresas y el coste de las reconversiones, para poder devolver posteriormente, en la medida de lo posible, los negocios saneados a la patronal. Una muestra más de la verdadera naturaleza de clase del estado, siempre al servicio de la patronal. Y por este motivo esta es la línea política que se está llevando a cabo ya en sectores estratégicos de varios países (Alemania, Francia, etc.) y la que promueven varios sectores de la patronal. Pretender vender esto como una alternativa “de izquierdas” no es más que hacerle el juego a la patronal o creerse sus mentiras interesadas. Además, la nacionalización no es ni siquiera una alternativa viable en este caso, en el momento en el que la crisis de sobreproducción impide la venta de toda la producción automovilística existente, y por ello la dirección de Nissan decide cerrar la planta.

En este sentido Nissan forma parte de un grupo de empresas conformado por ella misma y dos otras empresas automovilísticas, Renault y Mitsubishi. La lucha por el poder en este holding se ha manifestado en la detención y posterior huida de su anterior responsable máximo por parte del estado japonés, que considera a la práctica que la cuota de poder correspondiente al estado francés es más alta de la que quisiera. Este hecho es relevante a la hora de explicar también las decisiones tomadas por la empresa, incluyendo el cierre anunciado de las plantas de Nissan en el estado español, por un lado, y el mantenimiento de las plantas de Renault con inyección de dinero por parte del estado francés, por la otra. El holding ha decido repartir los mercados del mundo entre sus varios componentes, y Europa le ha tocado a Renault. Además, el estado francés tiene intereses directos en el holding. El estado español no tiene más interés que el mantenimiento de la paz social al menor coste posible.

Finalmente, el planteamiento contra el anuncio de cierre realizado por parte de las organizaciones a la cabeza es sintomático: anunciar paros solo en el centro de Montcada con la idea de bloquear los demás. Esta es estrategia artificial y limitada que, además, se vende por parte de las organizaciones como si fuera el no va más de la estrategia huelguística. Esto es un engaño consciente o inconsciente, pero es vital que la clase obrera se quite de encima estas panaceas que luego sólo sirven para que algunos se laven la cara o se hagan la campaña electoral. Esta estrategia traduce la lógica capitalista de obtener el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo, lo cual no es más que una trampa para la clase obrera.

La situación actual la industria del automóvil, como de muchas otras, no permite augurar que vaya a levantar cabeza antes de que las necesidades militares derivadas de la preparación de la guerra la revivan, y por ello las lecciones de lo ocurrido en Nissan, como en muchos otros casos, son necesarias a fin de evitar que la línea sindical colaboracionista, corporativista, subvencionada y amarilla nos lleve de nuevo por su camino. Debemos tener claro como clase obrera, tanto aquí como a nivel mundial, que tanto en este sector como en muchos otros la Patronal intenta y seguirá intentando descargar su crisis sobre nuestras condiciones y puestos de trabajo, y que ante ello nuestra alternativa solo puede ser la extensión de los planteamientos del sindicalismo de clase, extendiendo la organización y la lucha por encima de empresas y sectores, organizándonos en el sindicato de clase y asumiendo como clase la responsabilidad colectiva de la mejora de nuestras condiciones de trabajo y de vida, sin pretender sin más una vuelta a la supuesta "normalidad" anterior.

La cruda realidad es que no hay solución en el ámbito de la sola Nissan. La crisis de sobreproducción afecta a todos los sectores y va a obligar a muchas empresas a ir a la quiebra. Las mejoras tecnológicas, que en otra sociedad conllevarían una reducción de la jornada necesaria y un aumento de la riqueza social, en el capitalismo no son para la clase obrera más que una condena al paro para la gran mayoría, y una condena al aumento de ritmos y tareas para la minoría que se mantiene empleada. No son los 25.000 compañeros y compañeras de Nissan. Son los dos o tres millones de nuevos parados con la excusa del covid, más los varios millones más a los que pretenden ir reduciendo las condiciones y aumentando los ritmos de trabajo. La solución sólo puede ser a escala del conjunto de la clase obrera: imponiendo la reducción drástica de la jornada de trabajo como primer paso hacia la necesaria abolición del trabajo asalariado.

¿Cuál es el principal obstáculo aquí y ahora para ello? Las organizaciones subvencionadas por el Estado para organizar la división y la derrota de la clase obrera, junto con las organizaciones que presentándose como alternativas sólo hacen que seguir el rumbo de sus hermanas mayores.

 

¡Contra el sindicalismo corporativista y subvencionado: sindicalismo de clase!

¡Contra la impotencia individual: solidaridad y compañerismo a ultranza!

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