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La noche pasada se ha decretado el Estado de alarma en el Estado español por la situación producida por el COVID-19:

·      Hemos visto cómo se ha afirmado institucionalmente por parte de Christine Lagarde que “El Fondo [Monetario Internacional] reclama, entre otras medidas, que se recorten las prestaciones y se retrase la edad de jubilación ante "el riesgo de que la gente viva más de lo esperado".” (El País, 11 de abril de 2012)

·        Hemos visto cómo se ha retrasado la edad de jubilación hasta los 67 años, dificultando al máximo la jubilación anticipada, mientras preparan prolongarla hasta los 70 años.

 ·        Hemos visto cómo se ha implementado una trayectoria de reducción de costes en Sanidad que ha conllevado una infraestructura completamente insuficiente, falta de médicos especialistas, listas y tiempos de espera desproporcionados, etc.

 ·        Hemos visto una reducción del presupuesto de dependencia: “Unas 150.000 personas dependientes con derecho reconocido a recibir alguna prestación o servicio han fallecido en los últimos cinco años sin llegar a percibir esas ayudas, es decir, que unas 90 personas mueren al día esperando que se materialice su derecho a una atención, según el dictamen del Observatorio de la Dependencia (…) "el recorte acumulado" de la Administración General del Estado en dependencia desde 2012 "es de 3.734 millones de euros” (El Periódico, 17-02-2017). “El sistema de dependencia se estanca: 270.000 personas en lista de espera” (El País, 22-01-2020).

 ·        La clase obrera sufre una masacre sistemática en los mal llamados “accidentes de trabajo” (asesinatos laborales): “Un total de dos millones de trabajadores mueren cada año a causa de enfermedades y accidentes relacionados con el trabajo.” (OIT)

 ·        El capitalismo aboca anualmente al suicidio a 800.000 personas a nivel mundial y a casi 4.000 personas en el Estado español.

 Este es el contexto en el que surge el SARS-COV-2, un virus que ataca especialmente a la población de mayor edad y a todos los enfermos crónicos, que parecería ser la solución a la creciente preocupación de la burguesía mundial por el envejecimiento de la población obrera (no nos engañemos, que los suyos vivan muchos años no les preocupa, les preocupa que lo hagamos nosotros y que tengan que pagar jubilación).

 Este virus aparece en escena también justo en el momento en que era inevitable la explosión de la burbuja especulativa (bolsa, bonos del tesoro, precio del petróleo) y en el que la potencia vencedora de la II guerra mundial está en pleno retroceso y es incapaz de seguir el ritmo a las potencias imperialistas en auge, en el plano tecnológico (5G) ni en el plano de la producción en masa, ni en el financiero, ni en el militar.

 Hoy estamos inmersos en una guerra comercial mundial mientras que hay una parte importante del mundo en que la guerra se libra por medios militares convencionales (Siria, Ucrania, Libia, Yemen, etc.) con intervención directa de distintas potencias. Si “la guerra es la continuación del comercio por otros medios” (Carl von Clausewitz), no es de extrañar que los contendientes utilicen todos los medios a su disposición. Los EEUU acabaron de exterminar a los indios americanos repartiéndoles mantas infectadas de viruela. La técnica militar moderna incorpora a su arsenal no sólo las armas químicas que se estrenaron en la I guerra mundial sino las nucleares que hicieron su aparición en la II guerra mundial y también las biológicas (ántrax, etc.). En plena “crisis del coronavirus”, con varios países en Estado de alarma y confinamientos decretados, la OTAN desarrolla un ejercicio militar “Europa Defender 20” para el que los EEUU ha desplegado 30.000 soldados más en Europa.

 Para la preparación de la guerra se necesita la unidad nacional, el opio patriótico que ata a la clase obrera al yugo ideológico de la burguesía. Nada mejor que una “crisis natural” para llamar a la unidad e inocular el virus del patriotismo, para que la propia población requiera y aclame (con aplausos e himnos sonando) las medidas represivas del Estado. Del mismo Estado que ha recortado el presupuesto de Sanidad hasta reducirlo a su situación raquítica, del mismo Estado capitalista que es el responsable último de la situación de colapso del sistema sanitario y de todas las muertes por desatención que produzca su negligencia.

 La encerrona consiste en descargar encima de la clase obrera las consecuencias de su política de recortes. Para esto la Patronal a través de su Estado (gobierno central o autonómicos) ha decretado varios cierres declarando el carácter de fuerza mayor para facilitar que los empresarios no tengan que pagar y los trabajadores pasen dócilmente al arroyo del paro. El Estado de alarma y el miedo de contagio liquidan la posibilidad de una acción colectiva a corto plazo para defender los intereses de la clase obrera ante el lockout patronal generalizado, lo hemos visto en China y en Italia ya y lo vemos ahora en el Estado español.

 La burguesía ha producido una situación que deja momentáneamente sin capacidad de presión a la clase obrera, pero tarde o temprano tendrán que reactivar la producción. Entonces, nos dirán que hay que apretarse el cinturón y hacer un esfuerzo “conjunto” (nosotros trabajamos y ellos ingresan en sus cuentas bancarias), para volver a relanzar la acumulación de capital a través de la explotación de la clase obrera. Entonces, habrá que exigir que sea la Patronal la que pague la crisis producida por su sistema económico caduco y luchar para que no nos impongan todos los ajustes.

 Mientras tanto, la clase obrera debe observar atentamente el desarrollo de la situación mundial y los movimientos de las distintas potencias imperialistas que se disputan el reparto del botín que constituye la plusvalía arrancada a nuestra clase a nivel mundial. No sólo no se puede excluir, sino que es altamente probable, que en el desarrollo de los acontecimientos pasemos a escenarios muy distintos del actual y nada halagüeños. Llegada la situación, cada cual deberá estar a la altura y no dejarse manipular por su propia burguesía para abrazarse con ella y hacerle la guerra a las demás.

 La solución de raíz de todas estas crisis es la superación del sistema capitalista, la abolición del trabajo asalariado y de la propiedad privada. Mientras no logremos esto, seguiremos viviendo sobre un barril de pólvora. Pero mientras estemos en el capitalismo nuestra responsabilidad es seguir reclamando, con o sin crisis, rechazando cualquier solidaridad nacional con la propia burguesía: la reducción de jornada sin reducción de salario, la jubilación a los 55 años y puesto de trabajo indefinido o subsidio indefinido de paro con el 100% del salario, salario mínimo de 1.500€ netos, fuera ETT’s y subcontratas: todos a fijos a la empresa principal y el resto de reivindicaciones del sindicalismo de clase.

 

¡Si el capitalismo sobrevive reventando a la clase obrera, que reviente el capitalismo!

¡Por la reanudación de la lucha de clase! 

¡Por la abolición del trabajo asalariado! 

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